A quien traía un
reloj con las cenizas de su dama por arena
Ya sin risa la luz,
sin voz la rosa,
la beldad sin candor,
tu vida muerta,
al fin, Belisa, en
polvo te despierta
cuando menos y nada
aún poderosa.
La firmeza a tu
instancia querellosa
de sus beldades y
rigor desierta,
sirva, si te cegó, de
que te advierta,
pues porque tú
reposes no reposa;
¡cuánto le eres
deudor!, pues que te llama
por horas y sin vida,
con su ejemplo,
que si lo
aprovechares te eternizas;
quien lo menos amó,
lo más infama;
culto y reliquias
restituye al templo
que de un color son
todas las cenizas.
Imagen: Philippe de
Champaigne, La Vanité ou Allégorie de la vie humaine, 1646.
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