La mañana desciende a
esta ciudad vacía de ti.
Páginas y ventanas
prenden fuego y tú no estás.
Alguien barre su
tramo de acera,
despierta a los
borrachos, tirados como ropa sucia,
y tú estás lejos.
No estás en el viento
que alguien anota en
el margen de un libro.
Te has ido de las
breves hogueras en solares vacíos
donde formas humanas
se apiñan,
aspirantes a su
propio fantasma.
Entre muros de
ladrillo, en un espacio no más ancho que mi rostro,
un retoño sin hojas
se yergue sobre el barro.
En sus ramas, un nido
de bocas desolladas
abriéndose y piando,
fuegos escuálidos que han de comer.
Mi hambre de ti no es
menor que la suya.
Imagen: Jack Delano,
Autorretrato, 1947.
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