Destino
Matamos los que amamos. Lo
demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A
ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a
veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que
cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón
ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la
tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza
es poca
y el dolor no se puede
compartir.
El hombre es animal de
soledades,
ciervo con una flecha en el
ijar
que huye y se desangra.
Ah, pero el odio, su fijeza
insomne
de pupilas de vidrio; su
acritud
que es a la vez reposo y
amenaza.
El ciervo va a beber y en el
agua aparece
el reflejo de un tigre.
El ciervo bebe el agua y la
imagen. Se vuelve
-antes que lo devoren-
(cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.
Damos la vida sólo a lo que
odiamos.
Imagen: Henri Rousseau,
Tigre dans une tempête tropicale, 1891.
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