¡Qué barullo en
la herida!...
¡Qué suerte si
esto que siento fuera sed
y se me quitara
bebiendo un vaso de agua!
Es entonces
cuando llueve tristeza
para ahogar en
mi boca
la palabra
imposible.
Intento gritar,
y sólo consigo
un cobarde silencio.
Una tarde al
llegar a casa
me encontré con
la sorpresa de quererte,
fue una bomba en
mis manos.
Y yo, por si te
hiere,
esperando a que
explote estando sola
aunque me parta
el pecho la locura.
Imagen: Dorothea
Tanning, Un tableau trés heureux, 1947.
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