Los ojos vueltos, que
del negro dellos
muy poco o casi nada
parecía,
y la divina boca
helada y fría,
bañados en sudor
rostro y cabellos,
las blancas piernas y
los brazos bellos,
con que al mozo en
mil lazos envolvía,
ya Venus fatigados
los tenía,
remisos, sin mostrar
vigor en ellos.
Adonis, cuando vio
llegado el punto
de echar con dulce
fin cosas aparte,
dijo: "No ceses,
diosa, anda, señora,
no dejes de
mene..." y no dijo "arte",
que el aliento y la
voz le faltó junto,
y al dulce juego
feneció a la hora.
Imagen: Suad
al-Attar, Garden of Eden, 1993.
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