«¿Dó vas? ¿dó vas
cruel, dó vas?; refrena,
refrena el presuroso
paso en tanto
que de mi dolor grave
el largo llanto
a abrir comienza esta
honda vena;
oye la voz de mil
suspiros llena
y de mi mal sufrido
el triste canto,
que no podrás ser
fiera y dura tanto
que no te mueva esta
mi acerba pena;
vuelve tu luz a mí,
vuelve tus ojos
antes que quede
oscuro en ciega niebla»,
decía en sueño o en
ilusión perdido.
Volví, halléme solo y
entre abrojos,
y en vez de luz,
cercado de tiniebla
y en lágrimas
ardientes convertido.
Imagen: Kay Sage, El
lado superior del cielo, 1944.
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