Regreso de Deola
Volveremos a la
calle a mirar transeúntes
y también
nosotros seremos transeúntes. Idearemos
cómo levantarnos
temprano, deponiendo él disgusto
de la noche y
salir con el paso de otros tiempos.
Le daremos en la
cabeza al trabajo de otros tiempos.
Volveremos a
fumar atolondradamente contra el vidrio,
allá abajo. Pero
los ojos serán los mismos,
también el
rostro y los gestos. Ese vano secreto
que se demora en
el cuerpo y nos extravía la mirada
morirá
lentamente en el ritmo de la sangre
donde todo se
pierde.
Saldremos
una mañana,
ya no tendremos
casa, saldremos a la calle;
nos abandonará
el disgusto nocturno;
temblaremos de
soledad. Pero querremos estar solos.
Veremos los
transeúntes con la sonrisa muerta
del derrotado,
pero que no grita ni odia
pues sabe que
desde tiempos remotos la suerte
—todo lo que ha
sido y será— lo contiene la sangre,
el murmullo de
la sangre. Bajaremos la frente,
solos, a media
calle, a escuchar un eco
encerrado en la
sangre. Y ese eco nunca vibrará.
Levantaremos los
ojos, miraremos la calle.
Traducción de
Guillermo Fernández.
Imagen: Maximilien Luce,
Scène de rue à Paris, 1896.
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