Llueve sobre el caparazón
azul de la ciudad
Llueve y el mar se lamenta.
Lloran los muertos sin
parar, sin razón, sin pañuelos.
Contra un cielo viajero se
recortan los árboles
mostrando sus miembros
tiesos a ángeles y pájaros,
porque llueve y el viento se
ha callado.
Gotas locas limpias de mugre
caen en las calles sobre los
gatos
y el olor grasiento de tu
nombre se propaga
por las veredas y el
asfalto.
Amor mío, llueve sobre la
hierba cortada
donde nuestros cuerpos
tumbados germinaron
alegremente todo el verano.
Llueve, oh madre, y ni
siquiera tú puedes hacer algo,
porque el invierno avanza
solitario por la extensión de las playas
y Dios se olvidó de cerrar
la canilla.
Traducción de Eugenio
Castro.
Imagen: Bertha Lum, A Rainy
Twilight, 1905.
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