Un nuevo corazón, un
hombre nuevo
ha menester, Señor,
la ánima mía,
desnúdame de mí, que
ser podría
que a tu piedad
pagase lo que debo.
Dudosos pies por
ciega noche llevo,
que ya he llegado a
aborrecer el día,
y temo que hallaré la
muerte fría
envuelta en (bien que
dulce) mortal cebo.
Tu hacienda soy, tu
imagen, Padre, he sido,
y si no es tu
interés, en mí no creo,
que otra cosa
defiende mi partido.
Haz lo que pide verme
cual me veo;
no lo que pido yo,
pues de perdido,
recato mi salud de mi
deseo.
Imagen: Fernando
Vicente, Again
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