jueves, 25 de julio de 2013

FRANCISCO DE QUEVEDO






Un nuevo corazón, un hombre nuevo
ha menester, Señor, la ánima mía,
desnúdame de mí, que ser podría
que a tu piedad pagase lo que debo.

Dudosos pies por ciega noche llevo,
que ya he llegado a aborrecer el día,
y temo que hallaré la muerte fría
envuelta en (bien que dulce) mortal cebo.

Tu hacienda soy, tu imagen, Padre, he sido,
y si no es tu interés, en mí no creo,
que otra cosa defiende mi partido.

Haz lo que pide verme cual me veo;
no lo que pido yo, pues de perdido,
recato mi salud de mi deseo.

Imagen: Fernando Vicente, Again

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