martes, 30 de abril de 2013

MARGARITA MICHELENA






Como a un muerto de sed

Hablo como quien habla
delante de sí mismo consumido.
Algo ya de mi muerte está aquí ahora.
Ya no me pertenece
la voz que está cantando a mis espaldas
y mi puro planeta está llegando
a ponerse debajo de mi planta
porque ande mi memoria entre su nieve.

Cierto es que llama fui, muy combatida
entre contrarios vientos
y no sé cuál de todos me ha apagado.
Mas desasida estoy. Y aunque me duele
el sitio en que moraba
tan dulce oscuridad, voy asomando
un paso ya del cerco de mi sombra.

Cuando me inclino a recoger mi nombre
nombre de soledad, cetro sombrío
y célibe corona,
sé que arrebato su laurel a un muerto
y me ciño la flor que no se mira,
que a otra le estoy hablando en estas voces.
Muerta la tengo en medio de mis brazos,
mi más honda, mi más amada víctima.

Me abandono a mí misma como a un muerto de sed.
Aquí me dejo. Y ya me estoy mirando sin ternura.
La casa donde amé.
La vista oscura y engañada de objeto.
Las guirnaldas de la fiesta extinguida.

Todo cuanto no era descendido
de mi más alto ramo,
de las aguas secretas y desnudas.

Imagen: Anne W. Brigman, Infinitude.

PIERRE JEAN JOUVE





Noble altiva melancolía, altura sonrisa y libertad,
te he al fin encontrado en la ribera de mi corazón
una tarde en que la mar invade
regiones montañosas,
una tarde en la que se es más joven que su propia juventud,
una tarde en la que se ha sufrido mucho pero en la que ya nada
ya nada es vano, ya nada es destinado a la ceniza.

Trad. de Raúl Dorra


lunes, 29 de abril de 2013

DIANA JAMES




La ciudad tras el velo de muselina yace

La ciudad, tras el velo de muselina, yace;
tras el fulgor de bujías, dulce y trémulo,
está la enfermedad del hombre, abrasadora;
la fuerte calentura en los ojos le brilla.
Pero tiene la Calma prudencia y alto porte;
con sosegados fuegos empezó el Universo.
Así, yo descansara en la paz de la muerte; y ya, como la muerte,
en el corazón fiero del Tiempo, sin deseos,
pues conozco el poder de estar sola. Mas, cuando
la ciudad ya se hunde bajo un sueño
cerrado, el corazón siento como una torre
que no encuentra jamás en el sol su consuelo
y está ávida, ávida, en la luz ardorosa,
esperando a quien llegue entre los rayos.

Trad. de Mariá Manent

LUPERCIO LEONARDO DE ARGENSOLA




Llevó tras sí los pámpanos octubre
y con las grandes lluvias, insolente,
no sufre Ibero márgenes ni puente,
mas antes los vecinos campos cubre.

Moncayo, como suele, ya descubre
coronada de nieve la alta frente
y el Sol apenas vemos en Oriente
cuando la opaca tierra nos lo encubre.

Sienten el mar y selvas ya la saña
del Aquilón, y encierra su bramido
gente en el puerto y gente en la cabaña.

Y Fabio, en el umbral de Tais tendido,
con vergonzosas lágrimas lo baña
debiéndolas al tiempo que ha perdido.

Imagen: Helen Carter, Arkansas.



E. E. CUMMINGS


THELMA NAVA





El sediento

Como el que quiere y no,
como el que llora lo que nunca ha tenido
y se golpea las alas
desbaratando tréboles inútiles.

Caminará derecho hasta su orilla,
se tenderá, de lado,
para que el sol así, le dé la espalda.
Y si la sombra llega,
si aún es tiempo,
le arrebate el perfil.
Escribirá un monólogo de tierra
en la sombra del viento.

Se hará muchas preguntas
pozo negro y vacío
cueva del agua,
ay
este
indefinible
corazón
mío.