Lluvia de Dios
Llueve. Tú llueves. Llueve eternamente.
Desde tu entonces, desde aquellos días
primeros ya nos llueve, nos llovías;
estamos en el pecho de tu fuente.
Lágrima alrededor que tercamente
nos llora. Y Tú ¿llorando nos sabías
desde el ayer aquel en que tenías
sol en la mano, estrellas en la mente?
Llueven los ojos; llueven de mortales;
cansados de sentirse manantiales
testigos de un dolor tuyo naciendo.
Y mañana habrá sol sobre los ríos
que hoy llueves, pero ya los ojos míos
lo mirarán y te
estarán lloviendo.
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