El ímpetu cruel de mi
destino
¡cómo me arroja
miserablemente
de tierra en tierra,
de una en otra gente,
cerrando a mi quietud
siempre el camino!
¡Oh, si tras tanto
mal grave y contino,
roto su velo mísero y
doliente,
el alma, con un vuelo
diligente,
volviese a la región
de donde vino!
Iríame por el cielo
en compañía
del alma de algún
caro y dulce amigo,
con quien hice común
acá mi suerte.
¡Oh, qué montón de
cosas le diría,
cuáles y cuántas, sin
temer castigo
de fortuna, de amor,
de tiempo y muerte!
Imagen: Romualdas
Rakauskas , Ternura.
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