En los bosques de
Pennsylvania
Cuando un árbol
gigante se suicida,
harto de estar ya
seco y no dar pájaros,
sin esperar al hombre
que le tale,
sin esperar al
viento,
lanza su última
música sin hojas
—sinfónica explosión
donde hubo nidos—,
crujen todos sus
huecos de madera,
caen dos gotas de
savia todavía
cuando estalla su
tallo por el aire,
ruedan sus toneladas
por el monte,
lloran los lobos y
los ciervos tiemblan,
van a su encuentro
las ardillas todas,
presintiendo que es
algo de belleza que muere.
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