Tierra de la
soledad
Con el tiempo
los cuerpos se acostumbran
a caminar
completamente solos
sobre la tierra
de la soledad.
Las vagas
sensaciones, los recuerdos
de los lugares
en los que encontramos
a alguien con
quien hablar, a alguien que escuche
nuestras
palabras mientras cae la tarde,
se van borrando
lentamente, como
huellas que el
viento apaga y desordena.
Y el eco tibio del
antiguo encuentro
no persiste en
la voz, en el lenguaje
con que
aprendimos a nombrar las cosas.
Sólo queda la
noche. Y nos perdemos
en el largo
silencio de las calles
vacías. Y al
llegar la madrugada
sentimos frío y
respiramos muerte.
Imagen: Edward Hopper,
Los halcones de la noche,1942.
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