Once de
diciembre
Te pienso en la
cama,
tu lengua mitad
chocolate, mitad océano,
en las casas
adonde llegas,
en tu cabeza
con pelo de alambre,
en tus manos
persistentes y también
en las barreras
que carcomíamos, pues somos dos.
Cómo entras y
tomas mi copa de sangre
y me unes y te
llevas mi salmuera.
Estamos
desvestidos. Desnudos hasta los huesos
y nadamos uno
tras otro y remontamos y remontamos
el río, el río
idéntico llamado Mío
y entramos
juntos. Nadie está solo.
Traducc. de Elisa
Ramírez Castañeda
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