A una casa yerma que había estado su dama
Casa lóbrega,
triste y despoblada
que tanto os
parecéis al alma mía,
pues como
ella perdió el bien que tenía,
perdistes el
tenella en vos guardada.
Miradla de
estos gustos despojada,
y vosotras,
paredes, que algún día
en el más
alto asiento de alegría
vistes una
esperanza levantada.
Mirad tantos
extremos de contento
en tantas
desventuras convertidos,
consoladme en
mi mal, llorad mi mengua.
Que mitigara
en parte mi tormento,
si como dicen
que tendréis oídos,
para en esta
ocasión tuvierais lengua.
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