sábado, 23 de marzo de 2013

GUILLÉN DE CASTRO


A una casa yerma que había estado su dama 
 

Casa lóbrega, triste y despoblada
que tanto os parecéis al alma mía,
pues como ella perdió el bien que tenía,
perdistes el tenella en vos guardada.

Miradla de estos gustos despojada,
y vosotras, paredes, que algún día
en el más alto asiento de alegría
vistes una esperanza levantada.

Mirad tantos extremos de contento
en tantas desventuras convertidos,
consoladme en mi mal, llorad mi mengua.

Que mitigara en parte mi tormento,
si como dicen que tendréis oídos,
para en esta ocasión tuvierais lengua.

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