Los árboles envueltos
en la bruma me ocultan por un lado la corriente del río,
mas el otro se
extiende más lejos que mis ojos.
Así, mis pensamientos
no tienen otro límite que el del sueño que pasa, sin
tregua, como el río.
A la luz de la
lámpara compongo, sin pausa y sin fatiga,
innumerables libros.
Pero no encuentro a nadie
capaz de serles eco,
y así he de conformarme
con decirlos a los patos silvestres,
en el ancho
crepúsculo
de este día de otoño.
Traducción de Marcela de Juan.
Imagen: Jan Massys,
San Jerónimo (detalle).
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