jueves, 17 de abril de 2014

ÁLVARO CUNQUEIRO








Erikson se vuelve para escuchar a su juventud




Y cuando se dio cuenta, se quitó la gorra
para llenarla con las flores del prado.
—Pero las flores están solamente
en un sueño, mecidas por una brisa tibia,
que también era sueño, sueño, sueño.—
Había tenido los años como trigo dorado
en las manos, en el corazón, en las palabras.
—En los ojos también, sí, con los que medía
el talle de la muchacha y la carrera de las estrellas.—
Pero no lo supo entonces.
Ahora que por vez postrera sueña
que escucha al cuco en el ciprés,
con la gorra parda en la mano y los huesos
solamente calentados por los recuerdos,
—¡oh hondo pozo negro, vida agotada,
perros sueltos del corazón, violín sin cuerdas!—
se vuelve: la perdida juventud debe estar cantando
más allá de las colinas, del mar, de las colinas,
del mar. Aún cantando.



Traducción de Enrique Gutiérrez Miranda.

Imagen: Israel Hershberg, Ciprés1.


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