A la espera de la
oscuridad
Ese instante que no
se olvida
Tan vacío devuelto
por las sombras
Tan vacío rechazado
por los relojes
Ese pobre instante
adoptado por mi ternura
Desnudo desnudo de
sangre de alas
Sin ojos para
recordar angustias de antaño
Sin labios para
recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto
de los helados campanarios.
Ampáralo niña ciega
de alma
Ponle tus cabellos
escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña
estatua de terror.
Señálale el mundo
convulsionado a tus pies
A tus pies donde
mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor
frente al futuro
Dile que los suspiros
del mar
Humedecen las únicas
palabras
Por las que vale
vivir.
Pero ese instante
sudoroso de nada
Acurrucado en la cueva
del destino
Sin manos para decir
nunca
Sin manos para
regalar mariposas
A los niños muertos
Imagen: Salvador
Dalí, Relojes Blandos o La Perseverancia de la Memoria, 1931.
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