Mi casa tan lejos del
mar.
Mi vida tan lenta y
cansada.
¡Quién me diera
tenderme a soñar
una noche de luna en
la playa!
Morder musgos rojizos
y ácidos
y tener por
fresquísima almohada
un montón de esos
curvos guijarros
que ha pulido la sal
de las aguas.
Dar el cuerpo a los
vientos sin nombre
bajo el arco del
cielo profundo
y ser toda una noche,
silencio,
en el hueco ruidoso
del mundo.
Imagen: Fotografía de
Marc Tooze.
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