De profundis
Aguarda un
campo lleno de rastrojos
donde la
negra lluvia cae.
Aguarda un
árbol pardo y solitario,
aguarda un
viento
que silbando
rodea las cabañas vacías.
Cuán triste
es el atardecer.
Pasando el
caserío,
la dulce
huérfana recoge
parcas
espigas.
Sus ojos
pastan áureos y redondos
en el
crepúsculo,
y su regazo
espera al celestial amante.
Remota sombra
soy
de aquellos
lóbregos lugares.
He bebido el
silencio de Dios en esa fuente del prado.
Fríos metales
alcanzan mi sien.
Y las arañas
buscan
mi corazón.
Hay una luz
que en mi boca se apaga...
Lleno de
mugre,
cubierto por
el polvo remoto
de las
estrellas,
hallé la
soledad en prado oscuro,
y nuevamente
suenan en el avellanedo
ángeles de
cristal.
Trad. de
Angelika Becker
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