Bondad
La bondad se desliza
por mi casa.
Doña Bondad, ¡tan
amable!
Las joyas rojas y
amarillas de sus anillos humean
en las ventanas, los
espejos
se llenan de
sonrisas.
¿Qué hay tan real
como el grito de un niño?
El grito del conejo
puede ser más salvaje
pero no tiene alma.
El azúcar lo cura
todo, según dice la Bondad.
El azúcar es un
fluido necesario.
Sus cristales un
pequeño emplasto.
¡Oh bondad, bondad
dulcemente recogiendo
pedacitos!
Mis sedas japonesas,
mariposas desesperadas
pueden a cualquier
momento ser clavadas, anestesiadas.
Y aquí vienes tú, con
una taza de té
en guirnaldas de
vapor.
Pero la poesía es un
jet de sangre,
no hay manera de
pararla.
Me acercas dos niños,
dos rosas.
Traducción de Beth
Miller
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