Muerte cotidiana
Tú también
desordenaste el viento
y echaste atrás
el sol,
no solamente por
haberte muerto,
sino que alguna
vez desordenamos
nuestras
venturas íntimas.
Y tú también
equivocaste el rumbo
no solamente por
haberte ido,
sino por todos
los que derramaron
sangre y amor en
una sola llaga.
Tú también
deshojaste mis empeños
antes de la
violencia del otoño;
tú también has
marcado con el vértigo
de tu ausencia
la curva de mis brazos.
Se han cubierto
de sombra mis rincones
no solamente
porque te hayas muerto,
sino porque
morimos cada día,
sobre la ruta de
un asombro falso.
Imagen: William
Turner, Death on a pale horse, hacia 1825.
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