Llegarán suaves lluvias y el olor de la
tierra,
y golondrinas dando vueltas con sus débiles
sonidos;
Y ranas en los estanques cantarán por la
noche,
y ciruelos silvestres de trémulo blanco.
Los petirrojos vestirán su emplumado fuego,
silbando sus caprichos sobre una baja
alambrada.
Y nadie sabrá de la guerra, nadie
se preocupará al final cuando haya concluido.
A nadie le importaría, ni a pájaro ni a
árbol,
si la humanidad pereció completamente;
Y la Primavera misma, cuando despierte al
amanecer
apenas se daría cuenta de que nos hemos ido.
Traducción de Juan Carlos Villavicencio.
Imagen: Johan Abeling, Weiland, 2000.
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