La mano de mi madre
Me baño en la quieta luz de
una gota
y recuerdo cómo llegué a
ser:
Un lapicero puesto en la
mano,
la fresca mano de mi madre
sobre la mía, cálida.
— Y así nos pusimos a
escribir
entrando y saliendo de
corales,
un alfabeto submarino de
arcos y puntas,
de caracoles espirales, de
estrellas marinas,
de blandientes tentáculos de
pulpos,
de grutas y formaciones
rocosas.
Letras que con sus cilios se
abrían paso
vertiginosamente entre lo
blanco.
Palabras como lenguados aleteando
y enterrándose en la arena
o anémonas oscilantes con
sus cientos de hilos
en un quieto y único
movimiento.
Frases como cardúmenes
que se hicieron de aletas y
ascendían
y también de alas que en
compás se agitaban,
palpitando como mi sangre
que a tientas
golpeaba estrellas contra el
cielo nocturno del corazón;
fue cuando vi que su mano
había soltado la mía,
que yo hacía mucho,
escribiendo, me había desasido de ella.
Traducción: Renato Sandoval
y Thomas Boberg
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