La casa vieja
Se enrojece un jardín otoñal
enmalezado,
donde brillan opacos, a
través de la niebla,
los fuegos de hojarascas
ardiendo, y la espesura
cubre la estatua pétrea y
tiene aspecto
de una informe escultura
enverdecida.
Ni para qué entrar en los
cuartos,
donde en ventanas rotas y
espejos herrumbrosos
bailan sombreas movidas por
el viento,
y el color ha escapado del
papel de los muros.
No puede absolver a nadie
al forastero a quien le
concedieran
un plazo más aún sobre la
tierra;
tampoco adentro habría que
romperse
el grillete que la aprieta
la frente.
Mejor es huir lejos,
atravesar el puente sin
barandas,
o ver abajo del agua color
hierro,
donde su rostro es óvalo
deforme,
y su boca un rectángulo
crispado.
Traducción de Rodrigo Escobar
Holguín y Vera Székács.
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