Bajo el hacha
implacable, ¡cuán presto
en tierra
cayeron
encinas y
robles!;
y a los rayos
del alba risueña,
¡qué calva
aparece
la cima del
monte!
Los que ayer
fueron bosques y selvas
de agreste
espesura,
donde envueltas
en dulce misterio
al rayar el día
flotaban las
brumas,
y brotaba la
fuente serena
entre flores y
musgos oculta,
hoy son áridas
lomas que ostentan
deformes y
negras
sus hondas
cisuras.
Ya no entonan en
ellas los pájaros
sus canciones de
amor, ni se juntan
cuando mayo
alborea en la fronda
que quedó de sus
robles desnuda.
Sólo el viento
al pasar trae el eco
del cuervo que
grazna,
del lobo que
aúlla.
Imagen: Fred
Williams, Fallen tree, 1966.
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