OTOÑO
Aquella tarde era,
aquella tarde era
como el centro de un
vaso donde la luz se torna
lívida, atravesando
un blanquísimo muro
de cuajado cristal.
Los árboles estaban
húmedos; los rosales
goteaban; la tierra
se poblaba de súbitos
caracoles; y un vaho
a teja recién hecha
llenaba el aire.
El viento
mecía la tristeza de
los plátanos. Alto
tesoro de oro pálido
se vertía y danzaban
papeles de meriendas
antiguas por el llano.
Asomaban su lengua
los candiles, buscando
una lágrima nueva.
Y el tiempo parecía
ya vivido por
alguien, ya usado, desprendido
del corazón de un
pájaro que voló en otro siglo.
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