jueves, 23 de mayo de 2013

JULES LAFORGUE






Bajo el cielo lluvioso ahogado de sucias brumas,
ante el pálido océano, sentado en un islote,
solo, lejos de todo, pienso en el clamor de las olas,
en el concierto aullante de las murientes ráfagas.

Crinera desmelenada como la de las yeguas,
las olas, retorciéndose, llegan al galope
y se desploman a mis pies con largos sollozos
que la tormenta se lleva en su brutal aliento.

Por todas partes el cielo gris, la niebla y el mar.
Solo la locura del viento que barre el aire.
Ajeno al tiempo, sin ningún ser, solitario, taciturno,

yo permanezco aquí, perdido en el horizonte lejano,
y pienso que el Espacio carece de límites, de límites,
y que el Tiempo no tendrá nunca... nunca fin.

Traducción de Manuel Álvarez Ortega.

Imagen: Ivan Aivazovsky e Ilya Repin, El adiós de Pushkin al mar.


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