El iris salvaje
Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.
Escúchame bien: lo que llamas
muerte
lo recuerdo.
Allá arriba, ruidos, ramas de un
pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca
superficie.
Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.
Luego todo se acaba: aquello que
temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra
rígida
se inclina un poco, y lo que tomé
por aves
se hunde como flechas en bajos
arbustos.
Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que
vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras
azules
y profundas en celeste
aguamarina.
Versión de Eduardo Chirinos
Imagen: Grabado de Utagawa
Hiroshige (1856 - 1858)
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