sábado, 25 de mayo de 2013

CARLOS MARZAL





Pájaro de mi espanto


Pájaro de mi espanto,

ruiseñor peregrino del asombro,

deja tu migración por un instante,

abandona tu errancia sin motivo,

vuelve tus alas en el aire inhóspito,

y encamina tu rumbo hasta el país

de la clarividencia permanente,

ese fatal paisaje sin excusas

de estar por siempre insomne.



Pájaro de mi espanto,

ruiseñor delicado de mi desasosiego,

planea grácil sobre el hosco mundo,

y pósate después en esa rama

que el árbol de certezas aún guarda para ti.



Tú no ignoras, pájaro del delirio,

con tu sabiduría atroz de realidad,

que estar con vida es un débil ensueño,

una luz fantasmal que se extingue en la noche.

Tú no ignoras, inconsolable pájaro,

que el sol se apagará y el universo

será una estepa helada sin conciencia de estepa,

sin memoria del sol ni su desmayo,

sin pájaro que vuele inconsolable.



Por eso quiero ahora, pájaro melancólico,

que entones la canción del sinsentido,

y que tu trino suene, diminuto,

en un instante de pureza eterna,

como una acción de gracias absoluta;

que tu gorjeo sea una plegaria

para el próximo dios del desconcierto,

un himno ejecutado a cuenta de la nada,

un arrebato de esplendor casual

que se propague a todos los rincones,

y que celebre en su perfecto escándalo

las ruinas ateridas del futuro.



Así que olvida ya tus extravíos,

cálida criatura de congoja,

ruiseñor de mi alma vagabunda,

pájaro del espanto.


Imagen: Ólafur Brynjúlfsson, Sæmundar og Snorra Edda (1760)

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