Pájaro de mi espanto
Pájaro de mi espanto,
ruiseñor peregrino del asombro,
deja tu migración por un instante,
abandona tu errancia sin motivo,
vuelve tus alas en el aire inhóspito,
y encamina tu rumbo hasta el país
de la clarividencia permanente,
ese fatal paisaje sin excusas
de estar por siempre insomne.
Pájaro de mi espanto,
ruiseñor delicado de mi desasosiego,
planea grácil sobre el hosco mundo,
y pósate después en esa rama
que el árbol de certezas aún guarda
para ti.
Tú no ignoras, pájaro del delirio,
con tu sabiduría atroz de realidad,
que estar con vida es un débil
ensueño,
una luz fantasmal que se extingue en
la noche.
Tú no ignoras, inconsolable pájaro,
que el sol se apagará y el universo
será una estepa helada sin conciencia
de estepa,
sin memoria del sol ni su desmayo,
sin pájaro que vuele inconsolable.
Por eso quiero ahora, pájaro
melancólico,
que entones la canción del
sinsentido,
y que tu trino suene, diminuto,
en un instante de pureza eterna,
como una acción de gracias absoluta;
que tu gorjeo sea una plegaria
para el próximo dios del
desconcierto,
un himno ejecutado a cuenta de la
nada,
un arrebato de esplendor casual
que se propague a todos los rincones,
y que celebre en su perfecto
escándalo
las ruinas ateridas del futuro.
Así que olvida ya tus extravíos,
cálida criatura de congoja,
ruiseñor de mi alma vagabunda,
pájaro del espanto.
Imagen: Ólafur Brynjúlfsson, Sæmundar og Snorra Edda (1760)
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