Poema de la
teoría de Einstein
Veo crecer a mis
hijos… Desconozco
a Einstein, su
teoría sobre el Espacio
y el Tiempo. Veo
las nubes pasar, lentas
sobre nosotros,
sobre la provincia de Córdoba
y sus campos.
Bujalance,
donde vivimos…
Me pregunto a veces
si el universo
gira ¿desde cuándo
y alrededor de
quién y hasta qué día…?
Incluyo a Mario
López, coetáneo
y a veinte
siglos de Virgilio, a todos
los poetas del
mundo que gravitan
muertos o vivos
dentro de la misma
fracción de
tiempo-luz, sístole apenas
del corazón del
Todopoderoso.
Miro las gentes.
Pienso en ellas. Sufro
con ellas. Temo
que se sientan solas.
Miro las cosas,
pienso en los olivos,
sus raíces
clavadas a la tierra
con vertical
ahínco tal nosotros
a la esperanza
con angustia asidos.
Dolor, hambre,
injusticia… Tú nos oyes…
¿Cuánta fugaz
eternidad nos queda
de Poesía…? ¿Qué
insondable vacío colma
de ansiedad
nuestro tiempo…? ¿Qué demencia
nos pone cerco…?
Nubes radioactivas
con el almendro
en flor la primavera
nos aproxima. En
tintas melancólicas
se añejan los
periódicos. Satélites
artificiales nos
fotografían
con implacable
precisión. Vivimos
televisados para
los vecinos
de Europa,
nuestro barrio. Locutores
se turnan para
hablarnos de esas cosas
que al parecer
ocurren en el mundo…
Vivimos…
Desconozco la teoría
de Einstein.
Solo entiendo las violetas.
Quiero decir las
cosas que perduran
Efímeras tal un
deseo bueno.
Veo crecer a mis
hijos. Hoy reían
conmigo… Las
violetas y su aroma
son eternas
también. ¿Por qué estar tristes?
Imagen:
Frederick M. Fenetty, Violets.
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