Y de repente dije: Esto es la vida.
Esto y no más. Palpé su forma cierta.
La adiviné mortal. El alma, alerta,
vibró un instante toda estremecida.
El rojo amor con honda sacudida
- oh vida, oh viento- abrió la última puerta.
Y allá, en el fondo de la estancia abierta,
brilló mi muerte entre la luz dormida.
Esto es la vida, dije, esto es la muerte,
ésta la tersa luz, la honda luz suave,
la cósmica pasión, el sueño inerte.
Esto eres sólo, sí. Y con paso grave
me adelanté hacia el fondo para verte,
llegué a la puerta y di vuelta a la llave.
Imagen: John
Armstrong, The Open Door, 1930.
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