Noche, que, en tu
amoroso y dulce olvido,
escondes y
entretienes los cuidados
del enemigo día, y
los pasados
trabajos recompensas
al sentido.
Tú, que de mi dolor
me has conducido
a contemplarte y
contemplar mis hados,
enemigos agora
conjurados
contra un hombre del
cielo perseguido,
así las claras
lámparas del cielo
siempre te alumbren y
tu amiga frente
de veleño y ciprés
tengas ceñida.
Que no vierta su luz
en este suelo
el claro Sol,
mientras me quejo ausente
de mi pasión. Bien
sabes tú mi vida.
Imagen: Grant Wood,
La cabalgata nocturna de Paul Revere, 1931.
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