Bajo
cero
En
los pensamientos del suicida hay un vacío
que
sólo se llena con temperaturas bajo cero.
Los
pensamientos del suicida no son rápidos
ni
brumosos: únicamente son fríos.
La
mente no está en blanco: está congelada.
Aparece,
con filo de navaja, una sensación de
tranquilidad
que se presiente interminable.
Con
el cerebro convertido en iceberg nada se
recuerda.
Ni la piel más querida, ni el nombre
de
los hijos, ni los abrasamientos de la
poesía.
El
suicida es la viva imagen de la soledad.
Nadie
acude a ese trozo de hielo que una bala
cruza
de polo a polo.
Aun
en los trópicos, cuando alguien se suicida,
comienza
tristemente a nevar.
Imagen:
Leonardo Alenza, Sátira del suicidio romántico, hacia 1839.
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