Ellos dicen que esto no es un poema
El orden en el universo
es sólo el reflejo
de la voluntad y la razón humanas.
Todo ser es contingente,
ningún ser subsiste por sí mismo.
Todos los objetos son movidos por otros objetos.
Ningún objeto se mueve por sí mismo.
Todos los seres tienen origen en otros seres.
Ningún ser lleva en sí su propia causa.
No hay ser que sea perfecto.
El ser ignora la economía.
Los seres se multiplican
sin una necesidad. No poseen
principio de razón suficiente.
El único orden de la naturaleza
es la relación armónica
de una persona con otra.
Las relaciones que abjuran de la persona
son por esencia caóticas.
Las relaciones entre las personas
son el modelo a través del cual vemos
en la naturaleza un sistema.
Desde Homero, todos los hombres sensibles
nos han exhortado una y otra vez
acerca de que el universo y
los grandes principios y fuerzas
que mueven el mundo, poseen armonía
sólo como reflejos
del coraje, la lealtad,
el amor y la honestidad de los hombres.
Dejados a su suerte, esos principios son crueles
y completamente superfluos.
El hombre que claudica ante ellos acaba en la locura,
mata a sus hijos, su mujer o sus amigos
y muere sumergido en el polvo sangriento,
habiendo destruido el trabajo
atesorado por las manos de otros hombres.
Sólo quien es más listo que ellos logra sobrevivir
y encuentra un hogar donde envejecer.
Traducción de Marcelo Pellegrini y Armando Roa Vial.
Imagen: René Magritte, Golconde, 1953.
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