Nínive
No soy feliz, ni
lo seré venciendo.
Ya no quiero
vencer. Lanzo la flecha,
pero la estéril
ansiedad persiste.
Mando romper el
nervio de los arcos
y la ansiedad
persiste. Ya me hiere
todo rumor y
escucho predicciones
sobre eclipses e
imperios. El insomnio
me devuelve un
pretérito manchado.
La vejez de los
dioses es inmensa,
y mil
generaciones de los hombres
alcanzan lo que
alcanza su agonía.
Los crímenes de
un dios jamás prescriben,
se arrastran
como siglos por los siglos
ensuciando los
ojos de lo eterno.
Todo lo que
alcancé ya no me sirve.
No quiero ver a
la mujer gozada.
No quiero ver el
campo victorioso.
No quiero ver
las torres ni los templos.
Ni las palabras
dichas ya me sirven:
escapan sin
sentido de mi boca.
Todo lo que
contemplo se empobrece.
Ningún alivio
encuentro en los paisajes
que los hombres
aprecian. Ha salido
muchas veces el
sol, muchas ha muerto.
Imagen: John
Martin, La caída de Nínive, 1882.
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