Tienda de
simientes
Aquí, en la
estancia polvorienta, yacen,
marchitas como
piedras rotas o fina arena,
cual ceniza,
olvidadas, leves, sin olor, secas...
Y en la mano me
tiemblan praderas y jardines.
En esta parda
cáscara sueña un valle florido
de espinos; esta
angosta celda aprisiona un cedro,
que beberá cien
años del arroyo, saciándose;
el estío estos
lirios harán sobre mi polvo.
Aquí, en su
hogar seguro y sencillo de muerte,
en su concha
sellada, dan un salto mil rosas;
aquí puedo
sembrar un jardín con mi aliento,
y en mi mano una
selva está dormida.
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