La Rival
La Luna, si
sonriera, se te parecería.
Das la misma
impresión
de cosa bella,
pero que aniquila.
Ambas sois
grandes tomadoras de luz.
Su boca de O se
aflige por el mundo; la tuya se queda
indiferente,
y tu primer don
es el de trocarlo todo en piedra.
Me despierto en
un mausoleo; estás aquí
tamborileando
con los dedos en la mesa de mármol, buscando
cigarrillos,
con rencor de
mujer, pero sin tantos nervios,
muriéndote por
decir algo que no admita respuesta.
También la luna
envilece a sus vasallos,
pero a la luz
del día hace el ridículo.
Tus
insatisfacciones, por otra parte,
llegan por el
buzón con amorosa regularidad,
blancas y
vacías, tan expansivas como monóxido de carbono.
Ningún día está
a salvo de noticias tuyas
tú que andas por
África, tal vez, pero pensando en mí.
Imagen: Paul
Klee, Luna llena, 1919.
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