Algo sobre el
alma
Alma se tiene a
veces.
Nadie la posee
sin pausa
y para siempre.
Día tras día,
año tras año
pueden
transcurrir sin ella.
A veces sólo en
el arrobo
y los miedos de
la infancia
anida por más
tiempo.
A veces nada más
en el asombro
de haber
envejecido.
Rara vez nos
asiste
en las tareas
pesadas,
como mover los
muebles,
cargar las
maletas
o recorrer
caminos con zapatos apretados.
Cuando hay que
cortar carne
o llenar
solicitudes,
generalmente
está de asueto.
De mil
conversaciones
toma parte sólo
en una,
y no
necesariamente,
pues prefiere el
silencio.
Cuando el cuerpo
nos empieza a doler y doler,
escapa
sigilosamente de su hora de consulta.
Es algo
quisquillosa:
con disgusto nos
ve en la muchedumbre,
le repugna
nuestra lucha por supuestas ventajas
y el rumor de
los negocios.
La alegría y la
tristeza
no son para ella
sentimientos distintos.
Sólo cuando se
unen
está presente en
nosotros.
Podemos contar
con ella
cuando no
estamos seguros de nada
y tenemos
curiosidad por todo.
De los objetos
materiales
le gustan los
relojes con péndulo
y los espejos
que trabajan afanosos
aunque no mire
nadie.
No dice de dónde
viene
ni cuando se irá
de nuevo,
pero
evidentemente espera esa pregunta.
Según parece,
así como ella a
nosotros,
nosotros a ella
también le
servimos de algo.
Traducción de Gerardo Beltrán.
Traducción de Gerardo Beltrán.
Imagen: El alma
cristiana acepta su cruz, Anónimo francés, S. XVII.
No hay comentarios:
Publicar un comentario