miércoles, 7 de mayo de 2014

EDUARDO CARRANZA








Soneto insistente


                             A Álvaro Bonilla Aragón



La cabeza hermosísima caía
del lado de los sueños; el verano
era un jazmín sin bordes y en su mano
como un pañuelo azul flotaba el día.

Y su boca de súbito caía
del lado de los besos; el verano
la tenía en la palma de la mano,
hecha de amor. Oh, qué melancolía.

A orillas de este amor cruzaba un río;
sobre este amor una palmera era:
agua del tiempo y cielo de poesía.

Y el río se llevó todo lo mío:
la mano y el verano y mi palmera
de poesía. Oh, qué melancolía.




Imagen: Jean Montemont, Inondations (Le Madon), 1952.



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