Duele esta tierra
henchida de vigores
sollamando la frente,
quemando las
entrañas...
Todo mi nombre dentro
se me rompe de odio:
odio a la puerta en
mí, siempre llamada,
odio al jardín de
afanes desgajados
entre el sol y la
muerte.
Por encima de las
colinas arde la luz,
el tiempo se deshoja
y yo envejezco aquí
traspasada de urgencias
frente a la puerta
hermética.
Soy la virgen
terrestre espesa de amargura,
desolada corriendo
del reguero de
impactos en mi pulso.
Ya no me soporto en
las grietas de la espera
ni el sopor del
silencio.
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