Hace tiempo que
no sacié mi olfato
con el perfume
de las especias de tus islas;
hace tiempo que
no veo danzar
ese amor juvenil
en tus ojos de avellana.
Voy errando
hacia el sueño del pingüino
y oculto mi
rostro en la barba del corsario.
El mundo está
templado por efímeras nubes,
pero tengo frío.
Quisiera tornar a casa
a tenderme en la
cañada marfileña
de tus senos, y
dormir
el milenio de
sopores que respira
una sensación de
seguridad. Mientras,
a ambos lados,
se yerguen conos gigantes
con la antigua
belleza de la arquitectura egipcia
y alejan la
tormenta de arena del tiempo.
Traducción de
Marcela de Juan.
Imagen: Carlos
Cabrera, Sand Storm.
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