miércoles, 11 de septiembre de 2013

ÁLVARO CUNQUEIRO





Hierba aquí o allá

Todo depende de que uno esté muerto
preguntando por la hierba que nace encima
como por un nuevo cuerpo más ligero,
acunado por el viento,
-que trae y lleva la simiente-.
Hierba en el monte o en las calles de la ciudad
-aquí podían ser los pies de los vagabundos
que uno soñara desnudos una mañana de madrugada-.

Cuanto va desde la memoria a la hierba
por donde pensativas alas térreas
calladamente te recomienzan. ¡Oh abril,
tú libre de gusanos y huesos
de los oídos por donde estabas unido
a aquellos otros pasajeros de traje nuevo!
Cuando llueve aprendo a beber agua.
Por una boca que no tuve, blanquecinos
hilos que sorben en la tierra y crecen:
fueron precisos nubes y sol y una azada
-en tanto te vacías
olvidas los cantos alegres del verano y el mirlo
el pan, el fuego y esa dulce sonrisa
que todos tuvimos una vez posada en el pecho-.

Todo depende de que uno esté muerto
y quiera volver al valle y a la noche
limosna de hombre, prado comunal
donde blancas ovejas dirigidas por una anciana
pacen continuamente sin levantar la cabeza
sin darse cuenta de dónde viene la hierba
que muelen y remuelen los dientes apretados.

Sin darse cuenta de la resurrección de la carne de Álvaro Cunqueiro,
un nuevo cuerpo limpio que soñaba con el viento,
-orilla de un río, quizá,
o en un alto-.

Traducción de Vicente Araguas y César Antonio Molina.

Imagen: Alberto Durero, Hierbas, 1503.

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