Epílogo
Es el otoño, la
lluvia y la muerte del año,
la muerte de la
juventud y del único noble esfuerzo
en el cual pensaremos
a la hora de la muerte:
el esfuerzo de
sobrevivir a la Obra acabada.
Pero es el fin de esa
esperanza, la gran esperanza,
y el fin de un sueño
tan vano como los otros:
el nombre de Dios se
borra en los labios de los apóstoles
y el que más vigila
es el que traiciona antes de la noche.
Guirnaldas de la
gloria, ah, vanas, siempre vanas,
pero es triste sin
embargo cuando se había soñado
con no perecer del
todo, con haber salvado algo
y dejar un poco de sí
en las barcas humanas.
¡Ay! la rosa que yo
soy la siento desflorarse,
la siento que se
marchita y que alguien la recoge.
Mi sangre no corre,
se diría que se deshoja...
Y pues que la muerte
llega, sueño con la muerte.
Traducción de Manuel
Álvarez Ortega.
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