Soledad de encina y
paloma
La sombra cenicienta
de la encina,
hondamente celeste y
castellana,
reposa su verdura
cotidiana
en la paz otoñal de
la colina.
Como el sigilo de la
nieve fina
zumba la abeja y el
romero mana,
y empapa el corazón a
la mañana
en su secreta soledad
divina.
La luz afirma la
unidad del cielo
en la inmensa ternura
del remanso
y en la miel
franciscana del aroma;
y, el peso
entredormecido por el vuelo,
de verde encina de
horizonte manso
refresca el corazón a
la paloma.
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