Quizá mis lentos ojos
no verán más el sur
de ligeros paisajes
dormidos en el aire,
con cuerpos a la
sombra de ramas como flores
o huyendo en un
galope de caballos furiosos.
El sur es un desierto
que llora mientras canta,
y esa voz no se
extingue como pájaro muerto;
hacia el mar encamina
sus deseos amargos
abriendo un eco débil
que vive lentamente.
En el sur tan
distante quiero estar confundido.
La lluvia allí no es
más que una rosa entreabierta;
su niebla misma ríe,
risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz
son bellezas iguales.
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