Al otro lado de las
montañas
Alguien dijo que
había ciudades para soñar
al otro lado de las
montañas.
No dijo si estaban
suspendidas en el aire,
sumergidas en las
lagunas,
o perdidas en el
corazón del bosque.
Los que allá fueron
nada encontraron,
ni altas torres ni
jardines
ni mujeres hilando en
el atrio,
ni un muchacho
aprendiendo a tocar la gaita.
Solo yo traje algo
para seguir soñando
algo visto y no visto
en la niebla de la mañana,
algo que era una flor
o un mirlo de oro
o un pie descalzo de
mujer,
un sueño de otro que
se ponía a dormir en mÍ,
echado en mis ojos,
pidiéndome que lo
soñase mas allá de las montañas,
donde no hay ciudades
para soñar.
Y ahora mi oficio es
soñar, y no sé
si soy yo quien
sueño, o es que por mí sueñan
campos, miradas
azules, palomas que juegan con un niño,
o una mano pequeña y
fría que me acaricia el corazón.
Imagen: Remedios
Varo, Tránsito Espiral.
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