domingo, 12 de enero de 2014

MARGARITA MICHELENA








A ti, rosal, nevado por la cima
de hielo ligerísimo,
a ti, que en el rigor abres tu rosa
póstuma, desplegada
sobre tu vago verde, y que la agitas
como una carta del verano ausente.

    A ti, esbeltez intrépida, que subes
para estallar de tu mudez de espinas
hasta tu coro de dispersa nieve,
para mecer y para orear tu viaje,
en ésa tu paloma de alas quietas,
bajel de suavidad, vuelo de espumas.

    Para ti, que contigo la trajiste,
que la sacaste de la tierra oscura
como si nos subieras un diamante.
Para ti, que una noche la tuviste
en soledad, como se tiene un sueño,
y luego, bajo el sol, su puerta abriste
igual que desatando
una celeste voz en tus espinas,
lo mismo que si anclaras
una pequeña nube en tus orillas.
Para ti, tesorero de la nieve,
silencioso arquitecto de la espuma,
este poema de este triste día.

    Es que hablándote así, del frágil tallo
hundido y doloroso de mi voz,
desde mi noche que olvidó su estrella,
desde mi soledad, desde mi enero
y su granizo y sus perdidas aves,
me parece, loándote en la gloria
tardía y denodada en que terminas,
que, como tú, levanto yo una rosa. 



Imagen: Georgia O’Keeffe. White Rose, New Mexico. 1930. 



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