jueves, 9 de enero de 2014

FRANCISCO DE QUEVEDO








Persevera en la exageración de su afecto amoroso y en el exceso de su padecer



En los claustros del alma la herida
yace callada; mas consume hambrienta
la vida, que en mis venas alimenta
llama por las medulas extendida.

Bebe el ardor hidrópica mi vida,
que ya ceniza amante y macilenta,
cadáver del incendio hermoso, ostenta
su luz en humo y noche fallecida.

La gente esquivo, y me es horror el día;
dilato en largas voces negro llanto,
que a sordo mar mi ardiente pena envía.

A los suspiros di la voz del canto,
la confusión inunda l’alma mía:
mi corazón es reino del espanto.



Imagen: Caravaggio, Incredulidad de Santo Tomás,1601-02 (detalle).


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