Persevera en la
exageración de su afecto amoroso y en el exceso de su padecer
En los claustros del
alma la herida
yace callada; mas
consume hambrienta
la vida, que en mis
venas alimenta
llama por las medulas
extendida.
Bebe el ardor
hidrópica mi vida,
que ya ceniza amante
y macilenta,
cadáver del incendio
hermoso, ostenta
su luz en humo y
noche fallecida.
La gente esquivo, y
me es horror el día;
dilato en largas
voces negro llanto,
que a sordo mar mi
ardiente pena envía.
A los suspiros di la
voz del canto,
la confusión inunda
l’alma mía:
mi corazón es reino
del espanto.
Imagen: Caravaggio,
Incredulidad de Santo Tomás,1601-02 (detalle).
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